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Notas del libro “Entre el mueble y el inmueble (Entre una roca y un lugar sólido)” de Jimmie Durham

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“La silla misma hace como si fuera invisible, como si no tuviera nada que ver con el asunto, como si se tratara de un non sequitur. Pero –pero pero pero– si sacamos la silla de la ecuación, dejando a la srita. Stone de pie, los policías sentirán que tienen el derecho de preguntarle: `¿Qué está haciendo detrás de ese escritorio?´. En ese caso, parecería una intrusa.
Debemos regresar un momento, no obstante, a la escena original sin ropa interior: presento ante usted la tesis de que la falda corta de Stone ha sido impuesta por y para la silla. Imagine que la escena se desarrolla en algún lugar de Japón donde no hay sillas, y que la pobre de Sharon tiene que arrodillarse con coqueta timidez en un pequeño colchón o en una alfombra. A pesar de que está de rodillas, parece menos vulnerable como víctima potencial. Sería fácil cortarle la cabeza, claro, pero recuerde que lo que aquí buscamos es la tortura, no la muerte. Sólo queremos hacerle algunas preguntas. Pero aún más importante es que, en esta película japonesa, para Sharon la falda es completamente inútil. Da lo mismo si es más corta o más larga, pues no puede cruzar las piernas. Quiero decir que nuestra línea visual no nos lleva de las rodillas de Stone a su entrepierna. (Busqué una palabra que sonara mejor, pero no encontré nada. Tal vez también debería comprar un diccionario de sinónimos.) Sólo la silla puede conducir nuestros pensamientos de una manera tan extraña. Si imaginamos que Sharon Stone es una pigmea que se encuentra en algún lugar de la meseta esteparia sudafricana, podríamos comprender ese fenómeno con mayor claridad. En esa escena ella podría estar en cuclillas, o tal vez parada de un solo pie, pero el pigmeo Michael Douglas y los otros policías no podrían ni siquiera llevarla a una habitación y cerrar la puerta, ni mucho menso obligarla a sentarse en una silla. (La meseta esteparia es espaciosa, pero no tiene habitaciones.)” (p. 10)

“… ¿por qué nunca pensamos sobre la imprecisión del mobiliario de `La última cena´? Esa noche Jesús no tenía silla. En aquel entonces no había sillas en Israel, a excepción, tal vez, de algunos tronos para Herodes y para Poncho Pilato. La gente iba a su restaurante favorito y, si tenía suerte, le daban algunos cojines.” (p. 20)

“… existe una linda palabra para furniture, que significa `movible´. Sin embargo, note por favor que Möbel o furniture ignoran por completo qué está siendo amueblado o qué está siendo cambiado y hacia dónde. Se amuebla la arquitectura, no sólo las `habitaciones´; las cosas se mueven en la arquitectura, no en las `habitaciones´.
La arquitectura no es orgánica, no es parte de la evolución; es una invención del Estado y un programa del Estado. Propongo aquí la tesis de que la arquitectura, como espíritu santo de esta entidad fantasmal y escurridiza llamada Estado, inventó las sillas. Las sillas son espías.” (p. 21)

“Así que, igual que el Estado mismo, estas no-cosas omnipresentes y demasiado-sólidas nos rigen. Y para evitar que lo notemos, aseguran ser sólo sillas, una pura necesidad.” (p. 27)

“Una de las razones de que siempre quiera hacer interrupciones es que éste es un libro en contra de la arquitectura. En contra de la línea narrativa. En contra de la literalidad que va a un cierto punto. En contra del Estado y de sus estructuras (la Fe y la Verdad); exactamente como si estuviéramos contra una pared (de una estación de trenes, esperando por el de las 3:10 hacia Yuma). A veces una interrupción puede llevarnos hacia una dirección más interesante.” (p. 30)

“… la imaginación es el motor de la inteligencia.” (p. 31)

“También habló en el seminario un arquitecto llamado Michael Lloyd, que a menudo trabaja para las Naciones Unidas en cuestiones de refugiados sin hogar y grupos de personas desplazadas (después de la Segunda Guerra Mundial, ésa ha sido la parte más decisiva de la historia). Él dijo que los humanos no requieren de mucho en términos de refugio. La gente siente una mayor necesidad de que sus cosas –tesoros a menudo lastimosamente pobres (fardos de cartas o jarrones, cazuelas y sartenes que les permiten hacer su `propio espacio´)– tengan un refugio. Ese refugio, continuó Lloyd, debe servir de protección ante las inclemencias del tiempo y la no-intimidad de estar con los otros. Las posiciones sirven para ayudar a conservar el sentido del yo, sobre todo en tiempos en que el mundo está acabando violentamente con él.” (p. 33)

“Lo más agradable, o lo más útil, siempre podría ser `todo lo demás´. Suponga usted que construye una casa pequeña, sencilla y bonita y que le gusta cómo queda. Para mí –un extraño que pasa frente a ella–, la casa no es gran cosa; no es más que su casa. Sin embargo, si regreso tiempo después, tal vez la vida ordinaria y la locura aleatoria la hayan cambiado. Tal vez usted ha construido un cobertizo de madera. O puede ser que haya crecido un árbol. Tal vez su vecino ha hecho un basurero y también él ha construido un cobertizo de madera. Su auto se descompone y usted simplemente lo deja en la pared de atrás, donde comienza a oxidarse. Lo que comenzó como un camino hecho por sus pasos al tomar un atajo para ir a la taberna, se convierte en una calle; y el tipo de enfrente construye una extraña cerca, y alguien más utiliza la cerca para poner carteles publicitarios. Entonces todo comienza a parecerme interesante. La complejidad sin control tiene un gran significado y mucha belleza. No es una narración sencilla y sin salida.” (p. 65)

Durham, Jimmie. (2007). Entre el mueble y el inmueble (Entre una roca y un lugar sólido). México: Alias.

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