Primera conversación
La radicalidad
Jean Baudrillard. No vamos a comenzar por la nada, porque, según la lógica, la nada sería más bien un punto de desenlace. Concibo la radicalidad más en el orden de la escritura, de la teoría, y menos en el orden de la arquitectura. Me tienta más la radicalidad del espacio … (p. 9)
Pero quizás, en efecto, la verdadera radicalidad sea la de la nada. ¿Es el vacío un espacio radical? Me gustaría saberlo ya que se me ha brindado la ocasión, por una vez, de descubrir cómo se puede llenar un espacio, cómo se lo puede organizar teniendo en cuenta algo más que su extensión radical, es decir, vertical u horizontalmente, en una dimensión donde todo sería posible. Ahora bien, es preciso volver real cualquier cosa. Entonces, ya que podemos partir de cualquier punto, la pregunta que necesito hacerle a Jean Nouvel es la más simple: “¿Hay una verdad en la arquitectura?”. (p. 9)
Del concepto, de la irresolución y del vértigo
J. B. (…) Y, entonces, me gustaría saber, en cambio, en esta historia de contexto, lo que ocurre con los hechos sociales, políticos, con todo eso que puede constreñir las cosas, cuando la arquitectura puede ser tentada para ser la expresión o bien el transformador sociológico o político de una realidad social, lo que es una ilusión –en el mal sentido del término. En cierta forma, aun cuando la arquitectura quisiera responder a un programa político o satisfacer necesidades sociales, no lo logrará nunca porque del otro lado, por fortuna, hay un agujero negro. Y ese agujero negro significa simplemente que las “masas” están allí de todas formas y no son en absoluto los destinatarios ni conscientes, ni reflexivos, ni nada; son un operador extremadamente perverso de todo lo que se ha construido. Entonces, aunque la arquitectura quiera lo que quiera y busque significar lo que quiera decir, será desviada. (…) (p. 21)
Acerca de la creación y del olvido
J. N. Una de las grandes dificultades de la arquitectura es que debe a la vez existir y rápidamente ser olvidada. Es decir, que todo espacio vivido no ha sido hecho para ser contemplado en forma permanente. EI problema de un arquitecto es que siempre está analizando los lugares que descubre, observándolos, lo cual no es una posición normal. A mí lo que más me gusta de las ciudades americanas —aún cuando no las tomo como modelo— es que las atraviesas sin pensar en la arquitectura, no piensas en ese lado estético que tiene una historia… Puedes circular en ellas como en un desierto, como en tantas otras casas, sin que se dé la comedia del arte, Ia estética, la historia del arte, la historia de la arquitectura. Estas ciudades americanas nos permiten volver a una especie de escena primitiva del espacio. Desde luego, a pesar de sí mismas, elIas están estructuradas por diversas realidades, pero de tal manera que estas ciudades están alió como acontecimiento puro, como un objeto puro, no tienen la pretension de Ia arquitectura propiamente dicha.
J. B. Esto es valida tambien en el arte, en la pintura. En el arte no hay obras más poderosas que aquellas que ya no se prestan a la comedia del arte y de la historia del arte y de la estética. Es lo mismo en el orden de la escritura . En esta dimensión supraestética, la pretensión del sentido, de la realidad, de la verdad, me gusta allí donde se borra. Pienso que la buena arquitectura puede hacer ella misma ese trabajo, que no es un trabajo de duelo, sino un trabajo de desaparición, dominar tanto la aparición como la desaparición. (p. 23-24)
J. N. (…) “Si ser nihilista es estar obsesionado por el modo de desaparición y no por el modo de producción, entonces soy nihilista.” (…) (p. 30)
Estética de La desaparición
J.B. Evidentemente, la estética de la desaparición habría que entenderla bajo el término… Es verdad que hay mil formas de desaparecer, pero podemos al menos oponer la desaparición considerada como exterminación –la que anima la reflexión de Virilio– al hecho de desaparecer en las “redes” –lo que nos concierne a todos y que sería más bien una volatilización. La desaparición de la que hablo, la que entraña el concepto de nulidad o el concepto de nada que evocaba al comienzo, es el hecho de que una forma desaparezca en otra, es una forma de metamorfosis: una aparición-desaparición–. Allí hay un juego que es completamente diferente: no es la desaparición en las redes en la que cada uno se vuelve el clon o la metástasis de otra cosa, es un encadenamiento de formas, unas en las otras, en el que cada una debe desaparecer, donde todo implica su propia desaparición. Todo está en el arte de desaparecer. (…) (p. 49-50)
¿Un nuevo hedonismo?
J.B. (…) pero no hay que pensar que todo este avance analítico lleva a un mayor dominio del mundo, o tampoco a la felicidad, al contrario, incluso la ciencia reconoce que domina cada vez menos lo real y, en el límite, el objeto no existe más, desaparece. (…) (p. 55)
Segunda conversación
De la verdad en arquitectura…
J.B. ¿Se puede hablar de verdad en arquitectura? No, al menos en el sentido en el que la arquitectura podría tener por objetivo, o como nulidad, la verdad. Existe lo que la arquitectura quiere decir, lo que pretende realizar, significar…
¿Cuál es su radicalidad? Sí, cuál es la radicalidad de la arquitectura: he ahí más bien cómo se podría orientar la cuestión de la verdad en arquitectura. Esa verdad es un poco lo que busca alcanzar la arquitectura sin tener ganas de decirlo –lo que es una forma de radicalidad involuntaria–. Dicho de otro modo, es lo que el usuario hace del uso, es decir, bajo el dominio de un actor que es incontrolable. (…) (p. 57)
La singularidad
J.N. A propósito, me gustó mucho lo que dijiste que esperabas de un arquitecto: que sea el que todavía produzca “objetos singulares”. (p. 102)
J.B. En un momento dado, con todo pasa como con el poema: puedes darle todas las interpretaciones que quieras, pero él está ahí. El objeto se agota en sí mismo, en eso es literal; ya no te planteas más la cuestión de la arquitectura o de la poesía, tienes un objeto que literalmente te absorbe, que se resuelve en sí mismo a la perfección. He ahí mi forma de decir la singularidad… Y es preciso que, en un momento dado, esta singularidad produzca acontecimiento de esa manera; dicho de otro modo, que el objeto sea otra cosa que eso que se deja interpretar de todas las formas, sociológicas, políticas, espaciales, estéticas inclusive. El objeto puede ser muy bello y no ser un objeto singular, formar parte de la estética general, de la civilización global. Sí, pienso que todavía se encuentran algunos… Pero hay que tener en cuenta el recorte que se opera también con la percepción singular de cada uno. No existen normas, no puedes encontrar fórmulas, no hay una grilla estética, ni siquiera funcional para aplicarle. Un mismo objeto podrá responder a todas las funciones que se le asignen, pero eso no impide que él solo tenga esa especie de cualidad adicional… (p. 102-103)
La idea de la arquitectura y la historia
J.B. Una de las cuestiones de la arquitectura es decir que no se puede hacer más arquitectura sin tener delante la idea de arquitectura, la historia de la arquitectura. En el campo filosófico, por ejemplo, debes tener en cuenta la historia, las referencias a las que ella somete las ideas, en resumen, un montón de cosas heterogéneas… Es entonces cuando digo: “¡No pensemos demasiado!”. Cuando tienes un proyecto arquitectónico en mente, los diferentes elementos del espacio, de la historia, del medio, los elementos del proyecto, los objetivos, las finalidades, todo eso quizás en un momento dado te permitirá llegar a un objeto desconcertante que será verdaderamente otro que el del proyecto inicial. Pero si proyectas demasiado, si la conceptualización es demasiado cerrada, el filón se empobrece, y creo que esto es verdad también en el dominio de la búsqueda teórica: los que acumulan todas las referencias, multiplican los elementos, precisan al infinito una trayectoria, ¿se agotan en decir qué? Nada. (p. 111-112)
Baudrillard, J., Nouvel, J. (2003). Los objetos singulares: Arquitectura y filosofía. Argentina: Fondo de Cultura Económica.